jueves, 24 de marzo de 2011

Manos de la OTAN fuera de Libia, Olmedo Beluche

Con la sempiterna excusa de la “ayuda humanitaria” los países imperialistas coaligados en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y su instrumento armado la OTAN, contando con la complicidad de Rusia y China, y de toda la socialdemocracia internacional, han votado primero una ilegal resolución estableciendo una zona de exclusión aérea, y luego lanzado sistemáticos ataques de misiles y bombardeos sobre el territorio de la República de Libia. Aprovechándose de la crisis política y guerra civil interna en Libia, en la que sectores del ejército y populares se han sublevado contra el régimen del coronel Ghadafi, los países imperialista de occidente han aprovechado para meter sus manos, no en pro de la democracia, ni de las demandas sociales y económicas que legítimamente pueda tener el pueblo libio, sino para asegurarse el control sobre las riquezas petroleras de aquel país. Al margen de las valoraciones que se tengan sobre el régimen de Ghadafi, del cual no hay dudas que en la última década traicionó su origen nacionalista y antiimperialista, el principal deber de los revolucionarios y demócratas de occidente debe ser la exigencia de que cesen los bombardeos y la intervención militar imperialista en Libia inmediatamente. Con todo lo represivo que pueda ser el régimen del coronel Ghadafi, no hay duda que mucho más perversos son la caterva de políticos de las potencia occidentales, como Obama, Gordon Brown o Sarkosi, quienes con el cinismo acostumbrado, cometen genocidios y crímenes de lesa humanidad, como en Irak y Afganistán, en nombre de la “democracia” y los “derechos humanos” para robarse las riquezas naturales de esos países. Lo mismo harán en Libia. El primer deber de los revolucionarios y demócratas verdaderos del mundo es denunciar las aviesas intenciones de las potencias imperialistas y su sistemática violación de los derechos humanos y la autodeterminación de los pueblos. La intervención de la OTAN en Libia no busca apoyar a los revolucionarios libios, sino la partición del país e imponer un gobierno títere para mejor saquear su riqueza petrolera. Además, la intervención de la OTAN es una amenaza directa contra todos los procesos revolucionarios pro democratización que se han abierto en Oriente Medio, como los de Túnez, Egipto y Bahrein. Aquellos que desde el movimiento obrero y socialista sólo enfilen sus denuncias contra el régimen de Ghadafi, sin anteponer el combate a la intervención imperialista en Libia, cometen el peor de los errores que un revolucionario pueda cometer, ser tonto útil de los intereses del imperialismo. La historia del último siglo está llena de experiencias semejantes, en las que los imperialistas disfrazados de “demócratas humanitarios” intervienen en procesos internos, contra dictadores, reales o ficticios, sólo para imponer violaciones mucho peores: basta recordar a Sadam Hussein en Irak o Manuel Noriega en Panamá. No caigamos en simplismos reduccionistas que sólo consideran las contradicción: dictadura-democracia; también la contradicción naciones imperialistas - naciones oprimidas, es un hecho real y determinante de la lucha de clases internacional. Exijamos el cese de los bombardeos de la OTAN, que el Consejo de Seguridad y las potencias de occidente, especialmente el imperialismo norteamericano, saquen sus manos de Libia; que el pueblo Libio decida libremente su futuro, con o sin Ghadafi. El imperialismo jamás llevó la democracia a ningún pueblo, sino lo contrario: la esclavitud y el saqueo. El imperialismo jamás ha respetado los derechos humanos en ningún país, sino todo lo contrario, comete las más atroces violaciones de estos derechos. Ahí están Irak y Afganistán como prueba fehaciente. Recordemos el caso panameño, que en nombre de la “democracia” títere que tenemos, Estados Unidos masacró en la invasión de 1989, que todas represiones juntas del régimen de Noriega.

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