viernes, 22 de abril de 2011

Con muerte todas las cosas ciertas grabaron una puerta en el centro de abril.

Eduardo García Delgado: lealtad escrita con sangre

El 15 de abril de 1961 Eduardo García Delgado entró en la historia de Cuba al morir bajo la metralla de aviones norteamericanos.
El joven miliciano cienfueguero demostró lealtad a la Revolución y sus principios, cuando escribió el nombre de Fidel con su propia sangre.
Conmovido por esta acción el Poeta Nacional Nicolás Guillén expresó la admiración del pueblo de Cuba en su poema La Sangre numerosa:

“(…)Cuando con sangre escribe
FIDEL, este soldado que por la Patria muere,
no digáis miserere:
esa sangre es el símbolo de la Patria que vive (…)”

Eduardo, uno de los nueve hijos de Ángel García y María Delgado, nació el 13 de octubre de 1935 en Cienfuegos. Su familia realizaba labores marítimas en la costa del centro sur de la Isla.
Allí cursó estudios en el Instituto de Segunda Enseñanza, sin embargo, al morir su padre tuvo que trasladarse hasta la ciudad de La Habana para aplacar la apretada economía de su hogar.
Ya en la capital encontró empleo en una oficina en la calle Tacón, en La Habana Vieja, trabajo que alternaba con sus clases nocturnas de taquigrafía y mecanografía.

En 1959, en acto celebrado en la Universidad de La Habana, Fidel hizo un llamado a los milicianos y Eduardo García Delgado se unió a las pujantes fuerzas armadas, donde desempeñó las tareas de artillero e instructor en la Campaña de Alfabetización promovida dentro del organismo militar.
Cuando se produjo el ataque aéreo de los mercenarios al servicio de Estados Unidos, el joven se encontraba en el aeropuerto militar de Ciudad Libertad, antiguo Columbia, uno de los tres puntos bombardeados por el fuego enemigo.
Junto a su compañero Carlos Laplace, García Delgado se encontraba en la habitación donde dormía, situada en un segundo piso. Al escuchar las bombas corrió hacia su metralleta, pero es alcanzado en un costado por las balas disparadas desde dos aviones camuflados con las insignias de las Fuerzas Aéreas Revolucionarias. Parecía una herida a sedal.
Eduardo levantó su mano y con sangre escribió una palabra: Fidel. Minutos después una bomba explotó muy cerca del pequeño cuarto.
El cuerpo del joven soldado fue encontrado a pocos metros de su arma, la cual no llegó a alcanzar. Sus libros y libretas de apuntes donde guardaba las experiencias sobre el período como alfabetizador en las Milicias Nacionales Revolucionarias, quedaron destruidos.
Su escrito permaneció como último testimonio de lealtad a la Revolución. (Por Yeneily García García)

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