martes, 19 de abril de 2011

La semilla sembrada por Ben Barka


Ni el secuestro y asesinato del inolvidable luchador marroquí Mehdi Ben Barka, ni la campaña propagandística desatada contra la Conferencia Tricontinental pudieron impedir que se efectuara la esperada reunión del 3 al 15 de febrero de 1966, hace 45 años.
De baja estatura, corpulento, mirada penetrante en sus ojos negros, Mehdi poseía un abundante pelo también negro y en ondas casi rizadas. Lo conocimos, a principios de 1964, el embajador Jorge Serguera, Oscar Oramas y este periodista en Argel, a través de Abdelazis Bouteflika y otros dirigentes revolucionarios argelinos.
 Ben Barka nació en Rabat, capital de Marruecos y cursó la enseñanza primaria en una escuela coránica de esa ciudad. Estudiante excepcional según Le Monde Diplomatique, fue el primer licenciado en Matemáticas graduado en Marruecos.
"Desaparición de Ben Barka", Antonio Fernández, 1971
Con él, Serguera y Mohamed Yazid, diplomático argelino, volamos desde Argel a El Cairo en tempranas gestiones para tratar de articular un frente común del Tercer Mundo a partir de la bien estructurada Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia y África (OSPAA), a la cual pertenecían ya 35 países.
El carismático dirigente marroquí era un destacado líder en su país, en África y en Asia. Desde la adolescencia, frecuentaba el movimiento nacionalista en el Magreb y en 1944 fue uno de los primeros firmantes del Manifiesto por la independencia, que dio lugar al nacimiento del Partido Istiglal. Sufrió prisión y destierros por sus ideas.

Las posiciones de Ben Barka —partidario de la lucha armada, de acabar con el subdesarrollo, el analfabetismo, las estructuras feudales y las desigualdades sociales— lo llevaron no solo a rechazar el colonialismo, sino también al neocolonialismo; y a romper en 1959 con el monarca Mohamed V, que lo había nombrado presidente del primer Parlamento marroquí.

Abandonó el Partido que se mantenía en posiciones conservadoras, como el rey, y fundó el Partido Unión Nacional de las Fuerzas Populares, junto a Mohamed Basri y Mohammed Bouabid. Mehdi había ganado gran prestigio entre los dirigentes del Tercer Mundo por la firmeza de sus convicciones y su dinamismo. Desde que llegamos a El Cairo para encontrar a Yousseff el Sebai —presidente del Comité Afroasiático— y a otros dirigentes de África y Asia, todavía sin que nos hubiésemos alojado en el hotel, ya estaba llamando por teléfono a sus contactos en los medios políticos y de prensa. Era de un dinamismo contagioso. Le llamaban, con justicia, “el dinamo”.
 La aprobación del ingreso de América Latina en la OSPAA, un movimiento muy heterogéneo, en el cual coexisten tan diversas alas ideológicas, se debió en gran parte al prestigio de Argelia y Cuba, al apoyo de los países progresistas dentro de él, así como a las figuras de Amílcar Cabral, Sekou Toure, Nasser, Nkruma y otros.
También fue fundamental, para hacerlo aprobar, la labor incansable de Ben Barka, por su prestigio personal, la firmeza de sus convicciones y esa habilidad política que lo caracterizaba. Desde el principio, contra la reunión se orquestó una imagen de cónclave subversivo. EE.UU. llegó, incluso, a promover acuerdos de la Organización de Estados Americanos (OEA) para impedir su celebración. No podían admitir esa alianza incompatible con el aislamiento de Cuba que propugnaban.

Mehdi Ben Barka fue uno de los más fervientes creadores de aquella idea: completar el concepto de Tercer Mundo extendiendo la Organización de Solidaridad Afroasiática con la incorporación de América Latina.
Se le confió, por tanto, la presidencia del Comité Organizador de la Conferencia; pero el destacado revolucionario fue secuestrado, torturado y asesinado el 29 de octubre de 1965, en París, con la intervención de Mohamed Oufkir, ministro de Interior de Marruecos; Ahmed Dlimi, su jefe de la seguridad y agentes del Contraespionaje y Seguridad Exterior de Francia y la CIA.
 El asesinato de Ben Barka tuvo una doble motivación: sacar una piedra en el camino del rey de Marruecos y el último intento de impedir la Conferencia Tricontinental. No obstante, la reunión se efectuó exitosamente y tributó un merecido homenaje a Mehdi Ben Barka.

En ese marco, el Che Guevara lanzó desde su trinchera en el Congo la idea de “crear dos, tres, muchos Vietnam”.

Tras muchas altas y bajas, aquellas luchas y sacrificios tuvieron fruto.
En África y Asia casi se ultimó por completo el colonialismo. La América Latina ya no es más el patio trasero de EE.UU. Los mismos países que —por mayoría— proclamaron incompatible al socialismo cubano con la OEA, votaron de modo unánime sin exclusiones —a estos efectos, el voto de EE.UU. no importa— a favor de su regreso. Naciones Unidas ya no es más la misma. Para injustas agresiones tienen ahora que acudir al Consejo de Seguridad, pues no lo logran ya en la Asamblea General. Con frecuencia pierden.
El árbol que nació de la semilla sembrada por Ben Barka y cultivada por los pueblos, ya nadie la puede cortar. Por ahora tienen que conformarse, en todo caso, con podarla.

Mehdi Ben Barka (Rabat, 1920-París, 1965) Político marroquí. Fundador y dirigente de la Unión Nacional de Fuerzas Populares, organización izquierdista de oposición a la monarquía autocrática de Hassan II. Condenado a muerte, se exilió en París. Fue secretario general de la Conferencia Tricontinental de La Habana. Desapareció en París el 29 de octubre de 1965, secuestrado y, según todos los indicios, martirizado hasta la muerte por el general Ufkir, entonces hombre fuerte del régimen de Hassan II. Las turbias conexiones del caso con algunos servicios franceses llevaron a oscurecer la investigación oficial.

No hay comentarios.: