martes, 12 de abril de 2011

Noam Chomsky responde , 7 de 10

  • El mundo postimperial Casi diez años después del 11 de septiembre, Estados Unidos no es la superpotencia mundial que era, al menos no política y económicamente. ¿Qué puede decir del papel de Estados Unidos en el presente y futuro cercano?
Después de la Segunda Guerra, Estados Unidos tuvo una posición de poder sin paralelo en la historia. Tenía literalmente la mitad de la riqueza del mundo y estaba en posición de perseguir metas muy ambiciosas que fueron esbozadas por los planificadores de Roosevelt y luego ampliamente implementadas: controlar una “gran área” que incluía el hemisferio occidental, el lejano oriente, el antiguo imperio británico (incluyendo el incomparablemente rico en petróleo occidente asiático) y el centro industrial y comercial de Eurasia.
Con el tiempo, este poder inevitablemente se desgastó. Hacia 1970, el mundo era económicamente tripolar. Sus mayores centros eran, para Norteamérica, Estados Unidos; para Europa, Alemania y Francia; y para el este de Asia, Japón.
El colapso de la Unión Soviética creó una breve ilusión de unipolaridad y de “fin de la historia”, pero pronto se disolvió y en este momento el sistema global es aun más diverso y Estados Unidos menos capaz de ejercer control. Eso es un asunto de mucha preocupación para los planificadores, y, a menudo, una fuente de considerable irracionalidad –como cuando, recientemente, el Departamento de Estado le advirtió a China que debía cumplir sus “responsabilidades internacionales” y obedecer las sanciones unilaterales de Estados Unidos contra Irán, lo cual debe haber divertido a la clase gobernante china. En una sola dimensión –el poderío militar– Estados Unidos continúa un reinado supremo, pero es una ventaja muy costosa que no puede ser sostenida, particularmente en virtud de decisiones que han debilitado severamente la economía productiva y favorecido al sector financiero. Los dirigentes de este país deberían estar obligados –en el mejor de los casos deberían elegir– hacerse socios de un orden mundial más diverso.

El marxismo tradicional y otras ideologías entienden el cambio hacia una sociedad más justa en términos de revolución o catástrofe. ¿Cómo hacer la idea de justicia menos dependiente de la de cambio violento?
Marx tenía una visión más matizada. Él parece haber pensado que en las democracias parlamentarias el poder de los trabajadores podía alcanzarse por procesos electorales. Apartando sus visiones personales, no veo ninguna base en su pensamiento, o en el de otros que buscan más justicia y libertad, para excluir esa posibilidad.
Sin embargo, es ocioso especular.
Cualquiera que sea nuestra situación, deberíamos preferir la reforma no violenta en tanto se pueda, y las preguntas sobre el recurso a la violencia no deberían ni siquiera plantearse a menos que en algún punto una autoridad iligítima busque mantener su poder por la fuerza. Y seguramente, sean cuales sean nuestros objetivos a largo plazo, deberíamos hacer lo que se pueda para evitar la catástrofe, particularmente en tiempos como el nuestro, un momento nuevo de la historia en el cual la inminencia catastrófica puede significar el fin de la búsqueda de una supervivencia decente.

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