lunes, 11 de abril de 2011

Rosa Miriam Elizalde: “…si José Martí viviera hoy fuera “feibucero” y “tuitero”", 2 de 2

-WikiLeaks ha irrumpido en la red para traernos a todos noticias de las interioridades de esas estrategias de dominación que suelen enmascararse, ¿cómo podríamos aprovechar más el impulso que representa?
- WikiLeaks es un parte aguas, gústele o no al Imperio y a muchos compañeros nuestros, inobjetablemente revolucionarios, que también le han dado hasta con el cabo del hacha a Julian Assange, a sus colaboradores y a su plataforma. Nos guste más o menos el señor Assange con sus discurso anarquizoides y sus poses de estrella de rock, la realidad es que ha puesto en crisis el sistema totalitario de la mentira como arma de terror e intervención política y militar. Ningún poder mentiroso está a salvo, por muy sofisticados policías cibernéticos que posea.
De hecho, la verdadera ciberguerra no empezó entre los estados, como advertía el Pentágono para justificar su enorme ejército de hackers integrados en el Cibercomando, sino entre los gobiernos que nos imponen la palabra y la imagen únicas, como dice Eduardo Galeano, y el ciudadano común. Los valores del ser humano siguen decidiendo por encima de las tecnologías. La diferencia es que antes la gente no tenía wikis y ahora sí, y lo que tardaba años en saberse gracias al altruismo, la decencia y a veces la inmolación de algunos individuos, si es que se llegaba a saber, ahora puede ser revelado en el momento. Es una bomba atómica el habernos levantado un día sabiendo que cualquiera es Wikileaks y para ello basta con un celular, una memoria flash, un correo electrónico, un blog.
En el caso de las revelaciones de los documentos del Departamento de Estado, esto no pone en crisis ni al sistema imperial, ni a la oficina de Hillary Clinton, ni a su enorme aparato mediático y sus sofisticados controles de riesgo. Pero le resta una enorme credibilidad, es decir poder. Nunca habíamos visto a Estados Unidos tan histérico con filtraciones de documentos, hasta el punto de armar una cacería sin precedentes contra los desarrolladores de Wikileaks, amenazar de muerte a Julian Assange y tratar al soldado Bradley Manning peor que a los terroristas que tumbaron las Torres Gemelas. A mí, personalmente, me conmueve muchísimo lo que Manning le dijo por chat a un hackers que luego vendió la información que conduciría a este soldado de 22 años a la cárcel:
“Si tuvieses acceso sin precedentes a redes clasificadas durante 14 horas al día, 7 días a la semana durante más de 8 meses, ¿qué harías?… Te hablo de cosas increíbles, cosas horrorosas que deben pertenecer al dominio público y no a algún servidor almacenado en una oscura habitación en Washington”.
Esa pregunta se la han hecho muchos a lo largo de la historia y se la seguirán haciendo: qué haces frente al crimen, te conviertes en un cómplice o denuncias al criminal. Lo único nuevo aquí es, como dije antes, que la respuesta a esa pregunta puede tener consecuencias devastadoras e inmediatas para el poder criminal que se sostiene en la mentira.
-¿Cuál ha sido la lógica de la política y las estrategias de los EEUU con respecto a “las libertades en internet” y el ciberactivismo que han potenciado para la “democracia”?
Ha habido una adecuación del discurso del gobierno de EEUU, particularmente el de la llamada Diplomacia pública norteamericana. Empezando el 2010 una eufórica Hillary Clinton nos hablaba de “derrumbar la cortina de hierro de Internet” y anunciaba la inauguración de la “Diplomacia del Siglo XXI”, cuyo objetivo número uno parecía ser iluminar los “oscuros rincones del planeta”, para usar la frase de Bush, con la luz de “libertad” de Internet. Sin embargo, en enero de este año su discurso dedicado a la Red de Redes tuvo un tono más bien sombrío.
Para empezar ya no está tan segura de que se pueda exportar “la democracia” norteamericana por el ciberespacio, e incluso tiene dudas de si la Internet es una herramienta de liberación o de opresión. Obviamente, la señora Clinton descubrió que la Internet, a pesar de ser un invento yanqui, es como el cuchillo: lo mismo sirve para matar que para cortar el pan, y puede servirle por igual al agresor que al agredido. El uso que se le dé depende de la gente y no de las características de una determinada tecnología.
Es evidente también que sobre sus hombros pesa ahora la experiencia de Wikileaks, un purgante que no ha logrado digerir el gobierno norteamericano, y en particular el Departamento de Estado, obligado a sacar las garras escondidas detrás de la retórica de la libertad de Internet. Con Wikileaks hemos visto todo el arsenal que tienen preparado para los que no quieran asimilarse en torno a los conceptos de la democracia norteamericana: censura, cárcel, cacería financiera, demonización, persecución internacional, apagón cibernético y al final del camino, el “kill switch”, el cierre de toda la Internet, que ya fue un sueño del ex presidente George W. Bush.
El gobierno de Obama se propone terminar lo que comenzó su predecesor, aprobar un proyecto de ley que le dé facultades al Presidente de bloquear, sino toda la Internet, por lo menos conexiones en manos del sector privado. La propuesta, que cuenta con el apoyo de los políticos republicanos y demócratas, se debatirá nuevamente este año.
Ya te hablé antes del Ejército Ciberespacial, que entró a operar en plenitud de capacidades el año pasado. Este es simplemente el policía de la Red, mientras que al Departamento de Estado le corresponde blindar la red para que no esté en ella nada que ponga en riesgo la hegemonía norteamericana. La mala noticia es que la lucha por cambiar ese orden de cosas será todavía más dura que lo que hemos visto hasta hoy. La buena, es que jamás se había visto a Estados Unidos tan a la defensiva.
-Cuba ha sido blanco de esa política estadounidense de cara a internet ¿cómo mirar a la Revolución cubana ante la ciberguerra que se le hace?
La circunstancia de la Internet cubana es bastante excepcional. Todos los niños y jóvenes en Cuba han contado con laboratorios de computación desde que comenzaron su vida escolar y hay cientos de miles que han estudiado o estudian carreras informáticas, mientras a los Joven Club de Computación acceden los cubanos de todas las edades. Esta es la inversión más cara que enfrenta hoy cualquier gobierno en cualquier sociedad -la alfabetización digital-, que en la Isla se da por descontada. Sin embargo, es muy débil la infraestructura de redes y nuestra conexión a la Internet ha sido tardía y con limitaciones de todo tipo, debido al bloqueo de Estados Unidos y a su estrategia de excluir a Cuba de la Internet. Sería divertida, si no fuera tan cínica, la táctica norteamericana de tratar de imponer el reflejo condicionado de que es la Isla la enemiga de Internet, como el ladrón que le grita a su víctima: “¡Ataja!”

Esa alfabetización digital a la que hemos llegado es un elemento esencial para alcanzar una cultura digital, pero no es el único. Cultura es sedimento y, por otra parte, nadie se conecta a la Internet levantando el brazo. Hace falta tecnologías y velocidad -y por tanto grandes inversiones-, para participar de los recursos y del proceso de innovación permanente que caracteriza la Internet.
A pesar de los pesares y sin que el bloqueo se haya movido un ápice de donde está -son cuentos de camino las famosas “medidas” de Obama para facilitar las telecomunicaciones al pueblo cubano-, Cuba ha dado un paso muy esperanzador para el futuro de la Internet cubana: el cable submarino que nos une con Venezuela. Sabemos que el cable no es la solución mágica a nuestros problemas de conectividad, pero sí que mejorará las comunicaciones y que, al beneficiar a muchos, se cumplirá también en nuestro caso la regla consabida de que los valores en red se fortalecen. Y creo sinceramente que 11 millones de ciberactivistas con los valores de la Revolución cubana generan más pánico en el gobierno de los Estados Unidos que el fantasma de Julian Assange multiplicado.

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