martes, 10 de mayo de 2011

Entre mas de dos no hay secretos,

La forma, el carácter letal y la dudosa legalidad de la operación punitiva realizada por Estados Unidos para ultimar a Osama Bin Laden y apoderarse de una voluminosa información, ha replanteado el recurrente debate de las acciones secretas realizadas en los marcos del Estado de Derecho, una de cuyas características es la obligación de los gobernantes de dar cuenta a la sociedad de su gestión y en ocasiones de actos puntuales.
 El hecho de que las constituciones, las leyes y la ciudadanía de casi todos los países, aceptan la existencia de servicios secretos y de organizaciones de inteligencia (militar, policiaca o civil) implica aceptar su actuación en secreto; lo cual no significa, como ocurre en los Estados Unidos, hacer extensiva esa facultad a operaciones en todo el mundo como cuando la Corona Británica expedía patentes de corso.

Los debates en torno a esos fenómenos son particularmente intensos en Estados Unidos donde debido a la escala planetaria de la política imperialista y la actividad militar en escenarios de todos los continentes, mares y océanos y en más de 700 bases militares, existen alrededor de 20 grandes agencias de inteligencia y servicios especiales encargados, no sólo de espionaje, acopio y análisis de información sino también de realizar todo tipo de operaciones encubiertas, incluyendo como ahora, ejecuciones extra judiciales. Después del 11/S, a las tareas en el extranjero se añadieron prácticas de vigilancia y control de la población, intercepción de las comunicaciones y la correspondencia, detenciones arbitrarias y registros, todo ello con la excusa de la lucha antiterrorista y leyes que introdujeron mecanismos de represión y limitación de libertades y derechos desconocidos por los norteamericanos.
La denuncia de las arbitrariedades en Guantánamo, las cárceles secretas y las torturas son un nefasto capitulo en la historia estadounidense.

No es extraño que con frecuencia la prensa estadounidense se muestre crítica respecto a algunas actividades de esas agencias; ponga en duda las versiones oficiales acerca de sus acciones y las contraste con fuentes independientes.

Ese estilo de trabajo se realiza plenamente cuando se trata de hechos espectaculares, principalmente de acciones violentas, vinculadas con procesos políticos, con la popularidad del presidente y las elecciones presidenciales. Así ocurre con la eliminación de Osama Bin Laden.
 La circunstancia de que la operación ejecutada por Estados Unidos haya partido de un país extranjero (Afganistán) y operado en otro (Pakistán) implicando a ciudadanos de varias nacionalidades, aunque debido al sometimiento de los gobiernos de esos países a Estados Unidos apenas plantea problemas políticos, crea funestos precedentes. Irak, Afganistán y Pakistán son enclaves militares que Estados Unidos puede utilizar contra otros países.
 El operativo para liquidar a Bin Laden fue altamente secreto no sólo para evitar que el perseguido y las autoridades pakistaníes se enteraran, sino porque envuelve tácticas, recursos, fuentes, tecnología y hechos que los servicios secretos norteamericanos no creen conveniente revelar.

Como bien señala Fidel Castro, se trata de “…Una versión cuidadosamente elaborada…” realizada mediante “…El discurso esmeradamente elaborado del Presidente…” Es de suponer que parte de la versión, incluso del discurso fueron confeccionadas de antemano y tal vez hayan haya existido más de una, incluyendo qué informar o no en caso de que la operación fracasara, presentara complicaciones adicionales o fuera interferida por las autoridades locales que no fueron consultadas.
Pakistán ha sido identificado como uno de aquellos “60 rincones oscuros” en los cuales Estados Unidos puede atacar en cualquier momento. Aunque debido a que provenía de una fuente acreditada, el propio presidente de los Estados Unidos, era difícil poner en duda que finalmente los norteamericanos habían dado caza a Bin Laden, aunque estaba claro que, como señala Fidel Castro en su más reciente artículo, se trataba de “una versión” que oculta infinidad de elementos sustantivos y revela aquello que los jefes de la operación consideran conveniente dar a conocer. Puedo creer que Osama Bin Laden estuviera desarmado, lo que no puede creerse es que no tuviera escolta. Puede aceptarse que el jefe de Al-Qaeda estuviera dormido, lo que es difícil creer es que lo estuviera también su seguridad. El helicóptero norteamericano lo mismo pudo caer por defectos técnicos que por haber sido alcanzado por un lanzacohetes.

Por razones de prestigio y para restarle vigencia a la imagen violenta y letal de la operación, Estados Unidos declaró que no hubo ningún norteamericano herido. No sería la primera vez que un ejército oculta sus bajas cosa más bien usual. Es casi obvio que el Comando tendría instrucciones de, al retirarse, cargar con los muertos y los heridos propios y los de la escolta o los colaboradores de Bin Laden, cosa que hicieron contando incluso con un helicóptero menos. En el lugar de los hechos se abandonaron las mujeres y los niños y algunos cadáveres, entre otras cosas porque no los necesitaban, eran un componente molesto y había que dejar algo para entretener a la seguridad de Pakistán.
Lo mismo ocurre en cuanto al destino del cadáver del líder Al- Qaeda y los argumentos para no difundir las imágenes. Se trata de parte de la versión. Probablemente los documentos, fotos y filmaciones de este operativo sean clasificados, tal vez por cincuenta años y sean revelados cuando ya a nadie le interesen.

Ojalá los sangrientos sucesos en Pakistán sirvan a los norteamericanos como motivación para debatir acerca de la necesidad de reducir las atribuciones de su gobierno para realizar acciones secretas letales en el extranjero, limitar las facultades de las agencias de espionaje e inteligencia secretas que operan sin rendir cuentas, en especial la CIA y acerca de la necesidad de respetar la soberanía nacional, base del derecho internacional. Fidel Castro tiene razón: “Están ocurriendo hechos verdaderamente preocupantes”.

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