lunes, 27 de junio de 2011

Titulares y crónicas, Titulares y crónicas, Koldo Campos Sagaseta

Aún más pernicioso que leer un periódico es ojearlo, quedarse en el simple enunciado de los titulares. De la mano de ellos vamos saltando páginas, de noticia en noticia, buscando condensar en dos minutos la actualidad del día que ya los titulares sintetizan en sus lacónicas sentencias.
Y el problema, consumido el titular, es la cara de idiota que se te queda cuando, las expectativas creadas se desvanecen y frustran con la lectura de la infame crónica.
Es como ofrecerte un dulce y antes de que tengas oportunidad de agradecerlo ya te lo hayan convertido en un purgante.

Por persistir en la pérfida costumbre de ojear titulares es que me encontré con una grata e insólita noticia que hasta me atrevería a calificar de hermosa. Una hermosa noticia que, además, resulta imprescindible en estos días en que denigrar a los emigrantes te asegura votos y adhesiones; acusarlos de vagos, enfermos y malolientes, te supone aplausos; y tildarlos de delincuentes es la mentira que más rápidamente se propaga.

El titular decía: “Rey de España homenajea a emigrantes”.

Y ya estaba yo imaginando al rey sobreponerse a sus muchos achaques para poder estrechar a un rumano en cualquier calle de su reino; o pasando la noche al raso, entre cartones, en compañía de un emigrante ecuatoriano; o recogiendo tomates en una huerta ajena rodeado de moros y cristianos…
Aunque, finalmente, el rey se había decidido por expresar su reconocimiento a los emigrantes mediante uno de sus clásicos discursos, no les escatimó elogios: “Habéis conquistado el reconocimiento de todos y habéis conseguido esa estima con vuestro trabajo responsable y vuestra capacidad de integración, de lealtad y de afecto. Con frecuencia, además, habéis creado vuestro hogar en esta tierra, contribuyendo activamente a la apertura y modernidad de…” Y ahí llegó mi desolación: “…de la moderna Confederación Suiza”.

El rey estaba en Suiza homenajeando a los emigrantes… españoles.
Es lo que ocurre cuando buscas eludir el castigo de la cabal lectura de uno de esos grandes medios de comunicación y piensas que vas a conseguirlo por pasar de puntillas sobre los titulares.

El presidente Zapatero me confirmo los riesgos con unas entrañables declaraciones, preñadas de esperanza, de solidaridad. Como si esa fuera su intención, sus breves palabras volvían a celebrar la ética, la más proscrita de todas las virtudes, como única norma posible que dilucide las contradicciones sociales.
El titular lo anticipaba: “Zapatero llama héroes a manifestantes de la plaza”.

Y ya comenzaba a suponer a Zapatero transformado en eso que algunos llaman “perroflauta” acampando su futuro sostenido y sustentable en medio de los héroes de la plaza, cuando me aventuro en la reseña y leo: Los ciudadanos que están en esa plaza pidiendo democracia son unos héroes y tienen toda la razón. El gobierno de Egipto no puede mirar para otro lado”.

¡Se trataba de Egipto! Para colmo de males el periódico era de un par de meses antes, tiempo que precisa un estadista para acabar de reajustar sus criterios.
Me grita un titular que “Apresan banquero” y saltó de gozo confirmando que la justicia acaso tarde pero siempre llega. ¿Habrá sido Botín? ¿Quizás González, Fernández Ordoñez?

De nuevo la crónica se encargaba de hacerme la peineta: “Un importante banquero ha sido detenido hoy en… Islandia”
Superado el impacto, me entretengo en encontrar consuelo y me argumento que todo es empezar, que si hoy ha sido en Islandia mañana podría ser más cerca, que el mundo está cambiando, que la gente ha comenzado a moverse, que ya está saliendo a la calle… Y entonces, otro titular, de improviso, como si quisiera acabar de convencerme de la legitimidad de mi entusiasmo, le pone la guinda al pastel: “Protestas en Málaga en el Día de las Fuerzas Armadas”.

¿Había alguna duda? En Málaga el pueblo se había tirado a la calle para protestar por el dispendio de la celebración, para aprovechar la presencia de ministros y altos funcionarios y reprocharles a gritos su funesta traición, para censurar que se enseñe y se adiestre a los niños en las armas de guerra, como si fuera un ingenuo juego esa maldita desgracia…

Otra vez la curiosidad hizo que, exultante, me adentrara en la crónica.
Nunca debí hacerlo. Vencido y desarmado seguí leyendo la escueta reseña: “En Málaga, un grupo de personas ha salido a la calle a protestar por la suspensión, este año, del tradicional desfile militar…”.

Sólo hay algo peor que ojear un periódico… ¡Creérselo!

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