jueves, 11 de agosto de 2011

¿Dónde están los niños libios?, por Franklin Lamb


Según transcurre la primera semana de un Ramadán inusitadamente agobiante, la calidad de vida continúa degradándose en determinadas áreas del oeste de Libia mientras la ansiedad de la gente aumenta sensiblemente respecto al destino de los niños libios desaparecidos.
La escasez de gasolina se ha agudizado y, a pesar de los esfuerzos del gobierno por evitar que los precios se incrementen en exceso, un taxista le dijo ayer a este observador que aunque el precio normal del “benceno” era de 0,40 centavos de dólar por cinco litros (un galón), ahora está teniendo que pagar hasta “¡4 dinares por un litro de petróleo!”. Eso es aproximadamente el equivalente a 13$USA por un galón de gasolina, un incremento inmenso del precio en un país muy acostumbrado desde hace mucho tiempo a disponer de combustible muy subvencionado y barato. “La economía informal” (el mercado negro) del combustible llega en camiones-tanque desde la frontera tunecina y cada vez es más habitual ver a compañeros taxistas con un embudo tratando de conseguir algo de benceno para los tanques de sus vehículos de lo que salpica y se derrama por las calles del barrio.
Cuando paseaba ayer tarde por la calle Omar Muktar de la “medina”, cerca de mi hotel, la angustia por el deterioro de la situación resultaba evidente. Las tiendas, como los hogares, se ven ahora sujetas a innumerables apagones, convirtiéndose rápidamente en hornos asfixiantes que desaniman de entrar a los posibles clientes. Algunos almacenes de alimentos han tenido que deshacerse de la leche y otro productos perecederos dados los cortes de electricidad de hasta once horas que lanzan las temperaturas por encima de los 37º. En la calle Rashid, en el centro de Trípoli, un caballero me dijo que su familia llevaba cinco días sin electricidad y que la bomba que suministra el agua hasta el edificio de apartamentos donde viven había dejado de funcionar, careciendo por tanto de dos servicios públicos fundamentales.

Desde los cuarteles de la OTAN se ha explicado el discutible acto de piratería perpetrado por dicha Organización a principios de semana cuando requisaron el buque-tanque Cartagena que navegaba transportando gasolina para Trípoli fuera de la costa de Malta, enviándosela en cambio a la milicia rebelde con sede cercana a Bengasi, echando de nuevo mano de la manida coletilla de que había sido una acción necesaria para “proteger a la población civil de Libia”.
Según el viceministro de asuntos exteriores de Libia Jaled Kaim: “La época de la piratería está volviendo al Mediterráneo con las acciones de la OTAN ”.
Algunos tenderos frustrados acaban cerrando sus tiendas y buscan algo de alivio en la playa o echan un sueñecito esperando la caída del sol y el comienzo de su Iftar (fiesta) de Ramadán. Pero la falta de electricidad afecta incluso a los preparativos del mismo. (Nota: hace quince minutos la OTAN ha bombardeado la playa pública cercana a mi hotel mientras otras tres bombas caían también cerca sobre objetivos desconocidos.)
Cada vez que se escucha la explosión de una bomba, un coro de transeúntes y de niños señala invariablemente hacia el lugar donde ha caído la bomba y observa el ascenso de humo blanco o negro (el color depende del tipo de bomba o misil) y algunos gritan: “¡Púdrete OTAN, púdrete Obama!”, etc
Si un extranjero se encuentra con indignados ciudadanos que pueden culpar a los estadounidenses de los bombardeos de la OTAN , una forma rápida de reducir la tensión de la gente es hacer el signo de la paz con una mano, levantar el puño con la otra y gritar unas cuantas veces: “¡Allah, Mohammad, Muammar, Libia, Abass!” (¡Dios, Mahoma, Gadafi, Libia, es cuanto necesitamos!” La gente local aprecia el sentimiento y los muchachos se unen a menudo al grito popular y danzan.)

En la mañana del 7 de agosto de 2011, las estadísticas de la OTAN muestran que desde el 31 de marzo de 2011, sus fuerzas han hecho 10.270 salidas, principalmente contra la zona oeste de Libia, incluyendo 6.932 salidas para atacar con bombas y misiles. La pasada noche (6 de agosto), hubo 115 salidas que incluyeron 45 bombardeos, de los cuales doce tuvieron lugar en el centro de Trípoli a partir de las diez de la noche.
En honor suyo, hay que señalar que algunos miembros del Comité de Servicios Armados del Senado de EEUU que hacen de enlace con el Pentágono, han actuado a partir de las quejas de los electores criticando la incompleta descripción de la OTAN de sus bombardeos sobre los civiles libios.
Por ejemplo, a principios de semana, la OTAN informó de su bombardeo cercano al pueblo de Zlitan, a unos 240 kilómetros al este de Trípoli, en las Montañas del Oeste, de esta forma: “En las proximidades de Zlitan: 1, Instalación de almacenaje de munición; 1, Instalación militar; 2, Lanzadores múltiples de cohetes”.

Sin embargo, todavía sigue sin aparecer, en ese particular informe de la OTAN en su página en Internet, el hecho de que su ataque de bombardero mató a la mujer y a los dos niños de Mustafa Naji, un profesor de física de la localidad de Zlitan. La mujer de Mustafa, Ibtisam, y sus dos niños, Mohammad y Muttasim, de cinco años, quedaron pulverizados. Como siempre hace, una vez más, la OTAN declaró que no podía confirmar las “muertes accidentales” pero que haría una investigación.

¿Dónde están los niños?

También hay una creciente preocupación tanto en el gobierno como entre la gente del oeste de Libia por el paradero de 53 niñas y 52 niños de edades comprendidas entre 1 y 12 años y otro grupo que va desde los 12 a los 18 años, que formaban parte de un hogar del gobierno para huérfanos y niños maltratados que estuvo funcionando hasta el mes de febrero en Misrata, ahora bajo control rebelde. Según varios informes aparecidos en los últimos tres meses y los testimonios presentados el pasado miércoles por la tarde ante los medios internacionales reunidos en al Hotel Rexis de Trípoli por la Unión General de Organizaciones de la Sociedad Civil :
“Los 105 niños, que son una parte de los más de mil desaparecidos, fueron “secuestrados” por las fuerzas rebeldes cuando entraron en Misrata y emprendieron con ellos una juerga asesina, algo de lo cual han documentado tanto Human Rights Watch como Amnistía Internacional, entre otros grupos. No hay duda de que los niños no se encuentran ya en las instalaciones de su refugio. Pero sigue siendo un misterio qué es lo que pudo sucederles.

El gobierno libio afirma que los menores fueron secuestrados por un grupo de rebeldes que arrasaron con todo a finales de febrero. Varios informes de testigos presenciales afirman haber visto por última vez a los niños sobre un buque turco, italiano o francés. Más de un testigo ha afirmado que presenció como vendían a algunos de los niños en Turquía. En su página tweeter, el periodista de Russian Telesur en la zona decía: “Varias fuentes han afirmado que los 105 niños fueron sacados del país en un buque que podía ser turco, francés o italiano”.

El ministro libio de asuntos sociales Ibrahim Sharif dijo a los periodistas en Trípoli esta semana: “Queremos saber la verdad y hacer responsables a esos países del bienestar de esos niños que no son ni soldados ni combatientes”. Sharif añadió que un doctor rebelde capturado por las tropas del gobierno testificó que habían llevado a varios de los huérfanos a Francia y a Italia. Dada la historia de Misrata como uno de los principales puertos de comercio de esclavos del norte de África, un hecho que hoy en día explica parcialmente las tensiones existentes entre la tercera parte de la población de Libia, que es negra y descendiente de esclavos, gran parte de la cual vive en el oeste de Libia en pueblos que ahora combaten a los rebeldes de Misrata y Bengasi y se muestra muy preocupada.
Aunque Libia tiene quizá las leyes de protección a la infancia más estrictamente cumplidas del Oriente Medio y África, la gente aquí recuerda claramente que Francia fue el centro de un escándalo que aconteció en 2007, cuando los trabajadores de la ayuda humanitaria de la organización Arca de Noé intentaron sacar a 103 niños del Chad hacia el sur de Libia, diciendo que eran huérfanos del vecino Sudán. Después, los miembros de la ayuda internacional averiguaron que los niños eran en efecto chadianos y tenían al menos un padre vivo. La gente de aquí se teme un destino similar para los niños libios.
El pueblo libio recuerda también lo que sucedió hace dos años en Haití, cuando secuestraron a un grupo de “huérfanos”, según las autoridades locales. Dado la epidemia de tráfico humano en esta región, especialmente de niños, los temores están bien fundados.
La OTAN no ha contestado a las preguntas exigiendo información sobre los niños desaparecidos ni tampoco UNICEF, Save the Children o la oficina de la Secretaria de Estado Clinton. El congresista de Ohio Dennis Kucinih está de acuerdo en exigir que la Casa Blanca ordene una investigación inmediata, y desde luego cualquier defensor de los derechos humanos podría plantear este tema en Occidente y exigir una investigación urgente por parte de su gobierno.
El gobierno libio, así como el representante católico romano del papa, el obispo Giovanni Martinelli, y el padre Daud, de la Iglesia anglicana de Cristo Rey en Trípoli, han exigido que la ONU investigue y encuentre a los niños.

En cuanto al Consejo Transitorio Nacional, su portavoz negó las acusaciones de que hubieran vendido a los niños y afirma que es el gobierno libio en Trípoli el que tiene a todos los niños y que les está utilizando como escudos humanos en el complejo ya cinco veces bombardeado de Bab al Azizya, en el centro de Trípoli. Ninguna organización de derechos humanos ni los periodistas que han investigado esta afirmación han dicho nada de haber visto algún indicio de la presencia de los niños en Bab al Azizya. La Unión General citada arriba, disponen de las fotos, nombres y edades de todos los niños desaparecidos y les han toda la publicidad que han podido.

Más de una docena de organizaciones dedicadas al bienestar social, grupos de mujeres y los sindicatos de abogados de Libia han lanzado una campaña intensiva en los medios de comunicación para implicar a todo el pueblo en la búsqueda de los niños que llevan ya casi seis meses desaparecidos.


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