domingo, 20 de noviembre de 2011

Obama, ¿el sordo? Iroel Sánchez

El semanario británico The Economist es una de las publicaciones más influyentes del mundo, y la mitad de sus 1,2 millones de ejemplares llegan cada fin de semana a las manos de relevantes personalidades de la política y las finanzas en Estados Unidos, donde algunos la toman como una especie de oráculo.
No es para nada una publicación de izquierdas, y promueve el libre comercio, la propiedad privada y el pluripartidismo. Pero a veces The Economist ha sido audaz y eso le ha traído dificultades. Así ocurrió cuando el 19 de junio de 2010 el magazin dedicó su portada al derrame petrolero ocasionado por la empresa British Petroleum, utilizando una imagen de Barack Obama que fue cuestionada por colocarlo en primer plano y extraer a dos personas que estaban junto a él, en una foto tomada en la costa de Luisiana frente a una plataforma petrolera;  ocasión en que  The New York Times acusó a The Economist de editar la imagen del presidente estadounidense.
Lo que sí no se puede negar es que la publicación británica, ya sea en su versión en papel o en su sitio en Internet, es muy atendida tanto por otros medios de comunicación como por las personalidades de la élite política y económica de Estados Unidos. Tan es así que se dice que dos de cada tres lectores norteamericanos del semanario ingresan más de 100 000 dólares al año.
Sin embargo, hasta ahora ningún medio de comunicación occidental ha hecho alusión al impresionante resultado que ha tenido la encuesta lanzada  el pasado 11 de octubre  por el semanario británico, preguntando si son justas las sanciones a los cinco antiterroristas cubanos condenados en Estados Unidos. En menos de una semana el 96% de las más de 4500 personas que hasta ahora han respondido a la consulta han considerado injustas las penas impuestas a los cubanos; además de que la inmensa mayoría de los comentarios realizados allí por los lectores denuncia las acciones terroristas organizadas desde Estados Unidos contra Cuba, razón por la cual los Cinco se encontraban en territorio norteamericano.
El hecho de que tan aplastante respuesta en una publicación de élite, a un tema que ha sido silenciado por los grandes medios de comunicación, no haya sido recogida por las agencias de noticias no hace sino confirmar su relevancia y lo absurdo del cerco informativo con que se ha pretendido ignorarlo.

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